El pueblo milagro que duplica la tasa de natalidad en el envejecido Japón

El pueblo milagro que duplica la tasa de natalidad en el envejecido Japón

 

Rodeado de bosques y montañas, el pueblo de Nagi es el escenario de una imagen menos frecuente en Japón: numerosos bebés y niños, en una localidad que se ha convertido en un referente nacional a la hora de afrontar el acelerado envejecimiento demográfico.





Mientras que la tasa de fertilidad sigue cayendo año tras año en Japón y se sitúa en 1,3 hijos por mujer, según los últimos datos del Ejecutivo, la de Nagi, ubicado en la prefectura de Okayama (al oeste de Japón), se encontraba en 2,68 niños por mujer en 2021 y tuvo su pico en 2019, cuando alcanzaba los 2,95 hijos.

Para su alcalde, Masachika Oku, la clave de su éxito se encuentra en crear un ambiente en el que las parejas decidan tener hijos y esto incluye no sólo las ayudas financieras, sino también otras medidas para no aislar a las familias, especialmente a las mujeres, y crear oportunidades de trabajo flexibles.

“Debemos centrarnos en crear un entorno en el que la gente pueda vivir, ya que el cimiento de nuestro pueblo es su gente y sin ella, tendremos que renunciar a muchos servicios”, explica en una entrevista con EFE durante un tour de prensa en la zona.

Crianza en colectivo

Con una población de 5.578 habitantes, según cifras de 2020, esta localidad se ha convertido en un referente para el resto de Japón.

Nagi cuenta con espacios en los que se fomenta la crianza en grupo y tanto los niños como las madres y los padres pueden relacionarse y evitar el ostracismo que a veces se produce en grandes ciudades como Tokio.

“Me mudé aquí desde otra ciudad por el trabajo de mi marido y este espacio me ha permitido conocer a muchas madres y a mi hijo poder jugar”, señala una mujer, que prefiere mantener el anonimato y lleva a su bebé a Nagi Child Home, un lugar con salas de juego, un jardín y centro de actividades.

Trabajo flexible

En Japón, donde es frecuente que las mujeres abandonen su carrera al tener hijos, Nagi ha creado el proyecto “Shigoto Conbini”, que permite a cualquier persona del pueblo realizar trabajos flexibles, durante solo algunas horas a la semana y en espacios donde pueden llevar a sus hijos.

“Podemos trabajar fácilmente con nuestros hijos y sin tener que llevarlos al jardín de infancia. Cuando sean mayores, me gustaría seguir trabajando y esto me sirve de práctica”, afirma Kazumi Harada, de 31 años, una de las usuarias de este servicio mientras que empaqueta unas cartas del ayuntamiento y sus dos hijos pequeños juegan a su lado.

El pueblo ofrece también ayudas de hasta 200.000 yenes (1.250 euros) para tratamientos de fertilidad y subvenciona la mitad de los costes de guardería, la mitad de los de comedor, mientras que el material escolar y los libros son gratuitos y también lo es la atención médica para los niños hasta la secundaria.

También existe apoyo económico de 15.000 yenes (unos 100 euros) al mes para los padres que cuidan a sus hijos en casa, de 54.000 (340 euros) al año para madres o padres solteros y de 240.000 yenes al año (1.500 euros) en ayudas de transporte para estudiantes de secundaria, que deben acudir a ciudades más grandes.

El caso de Nagi también se puede observar en otras ciudades como Nagareyama (en Chiba, al oeste de Tokio), que está siguiendo un modelo parecido con el objetivo de permitir a padres y madres compaginar su trabajo con la crianza, a través de servicios de recogida o de personas mayores voluntarias, ya que muchas familias no cuentan con la ayuda de los abuelos.

Última oportunidad

Ante su crisis demográfica, Japón puso en marcha en abril una nueva agencia gubernamental encargada de coordinar las políticas dirigidas a apoyar la natalidad y la crianza, y que busca crear “una sociedad centrada en los niños”.

“Si la situación continúa, la población de Japón disminuirá de forma drástica”, explica Koji Takahashi, director de esta agencia, que cuenta con un personal de 400 trabajadores.

Takahashi considera que la situación es tan apremiante que se deben mejorar la coordinación con otras carteras, escuchar a los menores y permitir más trabajadores extranjeros. “Aceptar a estas personas es un deber. La sociedad japonesa no es posible sin los trabajadores extranjeros y esta es nuestra última oportunidad de cambiar la situación”, concluye.

El año pasado el número de recién nacidos en Japón cayó un 5,1 % hasta quedar por debajo de los 800.000, un mínimo histórico, mientras que la población de 65 años o más supone ya el 29 % del total, lo que sitúa a Japón como el segundo país con mayor envejecimiento demográfico del mundo. EFE