¿Perdonar al chavismo?, por Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr

¿Perdonar al chavismo?, por Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr

Dejar de hablar

Me he debatido mucho íntimamente sobre los alcances del perdón. ¿Podremos perdonar al chavismo, pasar la página y seguir como si nada hubiese pasado? Mi padre fue chavista durante mucho tiempo, al final de su vida se arrepintió, pero el arrepentimiento llegó tarde. Dejé de hablarle durante años. No le importó. Permaneció empecinado, fijo, fanático, hasta que la realidad le abofeteó y si se quiere lo enfermó. La ilusión fue desvaneciéndose ante su mirada atónita.

Murió en 2010, es decir, no tuvo suficiente vida como para ver el colapso total de Chávez, del chavismo y del país. Lo pronosticó, pero no lo vio.





Yo sí lo vi…, y tú también. 

 Un típico venezolano

Mi padre, el doctor Gustavo Tovar-Báez, fue un médico reconocido, internista, nutriólogo y psiquiatra (abandonó la psiquiatría acusándola públicamente de “dañina” y “fraudulenta”). Fue médico del certamen Miss Venezuela, le hacía dietas a sus participantes. Como buen venezolano (y psiquiatra) fue un Don Juan, varios matrimonios, hijos regados (desconocidos) y amantes por doquier. Se casó con una bruja maligna llamada Beatriz Martín (¿cómo olvidarla?), tan despiadada como infame: la perversión hecha mujer. 

También le rompió el corazón a decenas de mujeres valiosas como mi madre, Amelia, Mildred y tantas más. Era lo que se conoce como “un típico venezolano mujeriego”.

Otro más.

 En las buenas y en las malas

Pese a que como todo bohemio, mujeriego y soñador era un irresponsable, como profesional fue muy reconocido y talentoso. Sus dietas siempre fueron vanguardia y sus tratamientos de avanzada. Era muy respetado. Como padre, pese a ciertas irresponsabilidades económicas, era extraordinario. Cariñoso, dedicado, fraternal, un aliado con quien se podía contar a toda hora, en las buenas y en las malas. Conmigo fue no sólo un padre, fue un cómplice. El mejor de ellos. Era mi confidente, mi mentor, mi guía.

Lo perdí con la llegada del chavismo, algo impensable. Se convirtió. Nunca fue cínico, nunca, hasta la aparición de Chávez. El chavismo lo envenenó.

Y a muchos venezolanos como a él.

 Lo vi sufrir

Como digo arriba, mi padre se empecinó con el chavismo pese a todas las evidencias y llegó a ser cruel conmigo y mi activismo por la libertad. Esa actitud lo hizo distanciarse de la familia, diría que “nos perdió”. Gradualmente, en la medida que Chávez cometía sus atrocidades, mi padre fue cambiando de opinión hasta que en el tristísimo entierro de mi madre (2008) se me acercó y me pidió perdón. Luego volvió a hablar conmigo a solas e insistió en que lo perdonará. Estaba totalmente arrepentido de su filiación chavista.

Pese al intenso dolor que provocó su chavismo en mí, lo perdoné, o creí que lo había hecho. Nos abrazamos, lloramos, le hice ver que una ideología no valía perder a sus hijos.

Lo vi sufrir, su vida finalizaba.

 Un genuino arrepentimiento

Su corazón, antes vital y enamorado, comenzaba a fallar. Se operó por segunda vez de la cardiopatía que padecía y al mes murió. Literalmente, el corazón se le partió en pedazos, se le hizo trizas. Otra acción sin duda del chavismo que todo hace trizas. Fui a su funeral y a partir de una secuencia de eventos inesperados y surreales, hermosos sin duda, tan parecidos a él, me reconcilié con su amor, lo perdoné ahora sí de manera total. No me había percatado que no lo había hecho. Pero ya era muy tarde, mi padre había muerto.

El chavismo nos ha partido en pedazos, nos ha roto. Para volver a ser una familia (Venezuela) habrá que perdonar. Pero para que haya perdón debe haber un genuino arrepentimiento.

¿Quiénes son los imperdonables? Los tiranos, los torturadores, los asesinos, los criminales de lesa humanidad.

Para ellos el “perdón” es la cárcel.