Luis Eduardo Martínez: La caída de occidente y la sombra del leviatán

Luis Eduardo Martínez: La caída de occidente y la sombra del leviatán

Durante el último mes, el líder del Partido Comunista de China, Xi Jinping, recibió en Pekín con todos los honores de Estado al presidente de Irán, Ebrahim Raisi, y al dictador bielorruso (presidente desde 1994), Alexander Lukashenko. Además, se espera que Xi viaje a Moscú en las próximas semanas. Algo en común entre los líderes de estos regímenes autoritarios es su apoyo directo a Vladimir Putin y su guerra de agresión contra Ucrania. A pesar de las repetidas advertencias por parte de las democracias de “occidente”, el Partido Comunista de China mantiene un paso firme en sus esfuerzos de reclutar a países no alineados en contra de la hegemonía liberal del orden mundial internacional.

A simple vista, parece evidente que EE.UU. perdió el control y el poder que ejerció sobre las relaciones internacionales. Las repetidas imágenes del presidente Biden tropezando o perdiendo el hilo de su propio pensamiento sugieren un caricaturesco reflejo del liderazgo actual de la supuesta primera súper potencia a nivel mundial. “Occidente” básicamente perdió su hegemonía sobre el orden internacional que construyó. El Sur Global, ante la falta de un liderazgo legítimo, no tiene prioridades democráticas y, simplemente, se ha alineado con el mayor prestamista en el mercado internacional. El fracaso de occidente de mantener su hegemonía desató los principios del orden mundial liberal y abrió las puertas para que el leviatán de Pekín augurara un mundo Hobbesiano.

Democracias de occidente





“Occidente” tiene la urgencia de demostrar al mundo la vigencia y legitimidad del orden mundial liberal que construyó. La invasión rusa de Ucrania reventó los pilares del orden mundial liberal establecido después de la Segunda Guerra Mundial. Las normas internacionales dejaron de tener el mismo rigor el 24 de febrero de 2022, cuando centenares de tanques y cerca de 100 mil soldados rusos invadieron (por segunda vez) las fronteras de Ucrania. Una victoria rusa en Ucrania sería una señal para el mundo de que las disputas internacionales pueden ser resueltas con violencia y que el más poderoso prevalece, desestimando el valor del derecho. Una victoria rusa en Ucrania daría el ejemplo a países como Irán, China, Pakistán, Sudán, Venezuela, Turquía y demás, que el uso de sus fuerzas militares son una herramienta eficaz para las relaciones internacionales. Es evidente que “occidente” está desesperado por demostrar, a través de Ucrania, la vigencia del orden mundial liberal. En un año, EE.UU. y los países de la Unión Europea han destinado más de $128 mil millones en asistencia militar a Ucrania. En promedio, de 8 a 10 aviones de carga militar aterrizan en Ucrania a diario desde el inicio del conflicto. Para contextualizar los miles de millones, EE.UU. solo ha entregado a Ucrania: 8 mil jabalinas, 100 morteros, 38 sistemas Himars (lanza misiles móviles), 109 tanques Bradley, 4 mil vehículos blindados, 1.600 misiles tipo Stinger, y 32 tanques de combate Abrams M1. Las democracias de “occidente” ya están entrenando a pilotos ucranianos para volar jets de combate tipo F-16, en anticipación a la entrega de este tipo de nave de combate a las fuerzas amarillas y azules. Además, “occidente” desplegó alrededor de 14 mil sanciones económicas en contra del régimen de Putin. Una cantidad de sanciones que triplica aquellas impuestas a Irán y son de una magnitud 20 veces mayor que aquellas impuestas al régimen de Maduro en Venezuela. El presidente Joe Biden, durante su visita a Varsovia la semana pasada, prometió que “Ucrania nunca será una victoria para Rusia”.

A pesar de la cuantiosa asistencia militar de “occidente” a Ucrania, el conflicto ha dejado expuesta la fragilidad de la hegemonía del orden liberal internacional. En primer lugar, la convicción que presume “occidente” y el apoyo militar que ha destinado para Ucrania han sido desatinados en su potencia y en sus tiempos. EE.UU. y la U.E. debieron haber suplido y apoyado a Ucrania meses previos a la invasión para disuadir a Rusia. Desde octubre de 2021 la inteligencia de “occidente” (EE.UU.) ya tenía conocimiento de los planes de Vladimir Putin y no preparó, ni al mundo ni a Ucrania, para la tragedia por venir. Más aún, la entrega de sistemas avanzados de armas a Ucrania ha sido a destiempo, costándole a los ucranianos alrededor de cinco meses en postura defensiva al inicio del conflicto y un alto total de la contraofensiva iniciada en el otoño, por falta de insumos. Además, si comparamos los compromisos económicos de “occidente” en la guerra en Europa, podemos evidenciar que Alemania, por ejemplo, gastó tres veces más dinero en la defensa de Kuwait en 1990-91 que en la defensa de Ucrania. Y EE.UU. destinó tres veces más fondos anualmente en la guerra en Afganistán. Por otro lado, a pesar de los miles de millones en asistencia y más de una decena de miles de sanciones económicas, países como Alemania estuvieron comprando energía a Rusia hasta finales de 2022. Solo 8% de las exportaciones de petróleo ruso estaba bajo sanciones reales en 2022. Rusia recibió $120 mil millones más en ganancias petroleras durante 2022 de lo que recibió en 2021.

“Occidente”, ante el evidente colapso de su hegemonía, por fin lanzó una campaña discursiva frontal en contra de sus rivales sistémicos. El presidente de EE.UU. Joe Biden, la vicepresidenta Kamala Harris, el secretario de Estado Antony Blinken, el secretario de Defensa Lloyd Austin, y hasta la secretaria del Tesoro Janet Yellen, han estado de gira constantemente, buscando apoyo en contra de Rusia y advirtiendo sobre los peligros del Partido Comunista de China. El congreso de EE.UU. calificó como una “lucha existencial” la rivalidad entre Washington y Pekín. Inclusive se pudiese especular que el gobierno de Biden permitió el sobrevuelo del globo espía chino por todo el país para evidenciar ante la población la necesidad imperativa de contener o defender intereses nacionales de la amenaza comunista.

El Sur Global

Durante la apertura de la cumbre del G20 en la India, este 2 de marzo, el primer ministro Narendra Modi dejó claro que “la experiencia de los últimos años –crisis financiera, cambio climático, pandemia, terrorismo y guerras– muestra claramente que la gobernanza global ha fracasado”. Es decir que el líder del país más poblado del mundo, es de la opinión que el orden mundial liberal y su aparato multilateral fracasó en gobernar al mundo. A pesar del evidente peligro para las democracias liberales de un mundo sin el liderazgo de “occidente”, la realidad es que el Sur Global no tiene prioridades democráticas o liberales. La democracia liberal, exógena al Sur Global, no es un imperativo ni una necesidad para poder gobernar. Las cifras son claras: según Freedom House, solo 20% de la población del mundo vive en libertad. Mas de 38% de la población del mundo vive estrictamente bajo regímenes autoritarios. Y alrededor de 41% vive en regímenes híbridos, pero definitivamente iliberales. Un ejemplo de esta realidad la vivimos en las Américas. El presidente de El Salvador, por ejemplo, ha gobernado un año bajo estado de emergencia y suspendiendo las garantías constitucionales, y tiene más de 80% de apoyo en su país y 90% de popularidad en la región. Manuel López Obrador en México aumentó el poder de las Fuerzas Armadas, dándole control de la Guardia Nacional y sobre la lucha contra los carteles (a pesar de haber prometido lo contrario en campaña), y ahora se encamina a reformar el Instituto Nacional Electoral, a pesar de que su propuesta fracasó en el congreso. A pesar de sus afrentas al orden constitucional y la legalidad, López Obrador mantiene una aprobación del 63%.

Otra realidad para el público en general a nivel mundial, pero aún más cierta para el Sur Global, es que el discurso político de “occidente” no solo es hipócrita, sino que a menudo es irrelevante o incomprensible. Nuevamente los números no mienten: de 195 países en el mundo, son solo 47 los que sancionan a Rusia. “Occidente”, prácticamente definido como la superposición de la OTAN, la Unión Europea, y un puñado de países en el Indo-Pacifico, son los únicos intereses que han priorizado la defensa del orden mundial liberal. China, India, Turquía, países del medio oriente y África han aumentado sus compras de energía de Rusia. Más de una veintena de países compran directamente a Rusia y muchos más de manera indirecta. En encuestas públicas en China, India y Turquía, menos del 20% de la población considera a Rusia una nación hostil, y cerca del 80% considera al régimen del Kremlin un aliado. En China, por ejemplo, 77% de la población cree que su sistema político es el más cercano a una democracia real. En la India, 42% está convencido de que el apoyo de “occidente” a Ucrania es para defender los intereses y el dominio de su hegemonía y no en defensa de la democracia o Ucrania. Inclusive en el Reino Unido, solo 31% cree que el apoyo a Ucrania está basado en principios, el 54% supone que la razón es la defensa de intereses nacionales de “occidente” y la protección de su dominancia en el mundo. Es más, las poblaciones de China, India, Turquía y Rusia están convencidas de que Rusia hoy en día es más poderosa y fuerte que antes de la invasión a Ucrania. Es evidente que “occidente” no cuenta con la legitimidad del poder que pretende dominar, pero más importante aún, ha perdido la hegemonía discursiva de la realidad política internacional en el Sur Global.

Eje de poder iliberal

Entre sus desaciertos, “occidente” ha cometido un error existencial. “Occidente” incorrectamente asumió que ya Vladimir Putin perdió en Ucrania o en el mejor de los casos incorrectamente asumió que no existe un escenario victorioso para el tirano de Moscú. El modelo liberal de decisiones entre actores racionales es insuficiente para comprender y mitigar la peligrosa visión del mundo de los iliberales. Más allá de la psicología de Putin, el Kremlin ya es victorioso. Una economía 20 veces inferior a la de EE.UU. logró completamente condicionar las relaciones internacionales a nivel mundial. Pensemos en el impacto de la inflación mundial sobre las decisiones de nuestros gobiernos. Consideremos las presiones sobre el mercado energético mundial. Computemos los flujos migratorios a nivel mundial y como están obligando a las democracias a confrontar la paradoja de su propia hipocresía, al pretender poder balancear los derechos humanos de todos con las necesidades reales de sus nacionales. Cuando agregamos el impacto de estas crisis sobre los gobiernos del mundo y en particular “occidente”, nos damos cuenta de que específicamente países como Rusia, con su guerra en Ucrania, China, con su política covid-cero, Venezuela, con su uso de la crisis humanitaria como arma, Irán, con sus ventas de armas en la región… son los países que están determinando el curso del orden mundial y es “occidente” quien está reaccionando.

“Occidente” y sus valoraciones liberales no han sido capaces de lidiar con la resiliencia y las prioridades de los iliberales. Esto se asoma cuando observamos que países como EE.UU. y el bloque europeo dependen de gobiernos como los de la India, Turquía, Brasil y Arabia Saudita, entre otros, para poder regular el orden mundial. La necesidad de interlocutores iliberales y constantes concesiones refuerza la percepción del Sur Global de que la hegemonía de “occidente” ya vio el ocaso.

Son más de 120 países los que tienen a China como mayor socio comercial. China controla el 37% de la deuda externa del Sur Global, mientras que “occidente” controla menos del 24%. Más de una decena de países debe más de 25% de su PIB a China, que para los efectos de la geopolítica pudiesen simplemente ser considerados dependencias chinas. El Partido Comunista de China no tiene que derrotar a EE.UU. y el bloque de democracias de “occidente” para lograr la supremacía. El leviatán de Pekín simplemente seguirá acumulando cuerpos desahuciados por la falsedad ideológica de “occidente” y tendiendo una sombra absoluta sobre el orden mundial. Tal como predijo Hobbes, “el infierno es la verdad vista demasiado tarde”.