José Azel: Las disputas territoriales y la lección de la isla Hans

José Azel: Las disputas territoriales y la lección de la isla Hans

La isla Hans es una pequeña isla deshabitada y estéril situada en el estrecho de Nares, entre Groenlandia y la isla de Ellesmere, dentro de las aguas territoriales de Canadá y Dinamarca, países que la reclaman como territorio propio. En sus visitas periódicas a la isla, los militares de Canadá y Dinamarca retiran la bandera del otro país y colocan la propia.

La disputa territorial adquiere un carácter muy civilizado, porque cuando la marina danesa retira la bandera canadiense para plantar la suya, deja también una botella de Schnapps, una bebida alcohólica tradicional danesa. Para no ser menos, la marina canadiense, cuando retira la bandera danesa, planta la canadiense y deja una botella de Canadian Club. ¡Salud!

Desgraciadamente, las disputas territoriales no siempre adoptan un comportamiento tan civilizado. Las disputas territoriales suelen relacionarse con la propiedad de recursos naturales, pero también con la dinámica de la cultura, la religión, la etnia y el nacionalismo. Actualmente hay en el mundo más de 150 disputas por cuestiones territoriales. Algunas de las más polémicas son las de Crimea, el Mar de China Oriental, Jammu-Cachemira, los Altos del Golán, la Franja de Gaza, Cisjordania y el Sáhara Occidental.





En América Latina, según el profesor Jorge I. Domínguez: “Desde el año 2.000 cinco disputas fronterizas latinoamericanas entre Estados vecinos han desembocado en el uso de la fuerza, y otras dos en su despliegue. Estos incidentes involucraron a diez de los diecinueve países independientes de América del Sur y Central. En 1995 Ecuador y Perú entraron en guerra con el resultado de más de mil muertos y heridos, y cuantiosas pérdidas económicas. Sin embargo, según los estándares internacionales, las Américas estuvieron comparativamente libres de guerras interestatales durante el siglo XX. Los latinoamericanos, en su mayoría, no temen la agresión de sus vecinos. No esperan que sus países entren en guerra entre sí”.

Sin embargo, los países latinoamericanos si se aprestan a involucrar a sus militares en disputas territoriales. Desde 1990, Nicaragua ha tenido disputas militares con cuatro países, Venezuela y Honduras han tenido disputas militares con tres estados vecinos cada uno, y el Salvador, Guatemala, Guyana y Colombia han tenido disputas militarizadas con dos vecinos cada uno. No obstante, solo la disputa de 1995 entre Ecuador y Perú llegó a la guerra.

El profesor Domínguez presenta varios argumentos para explicar la relativa rareza y la corta duración de las guerras interestatales en América Latina. Entre ellos, la identidad común de los países latinoamericanos se destaca como un factor principal para fomentar la paz interestatal en el continente.

Sin embargo, esa identidad compartida es limitada. Según un informe de Pew Research de 2011, la mayoría (51%) de los latinoamericanos se identifican por el país de origen de su familia (mexicano, cubano, etc.) y no por una etiqueta pan étnica. Sólo el 24% se identifica como hispano o latino. Además, la mayoría de los hispanos en Estados Unidos no advierten que exista una cultura común. Casi el 69% dice que los hispanos de Estados Unidos tienen culturas diferentes, mientras que sólo el 29% dice que comparten una cultura común.

Los politólogos han avanzado la noción de que nos consideramos chilenos o argentinos simplemente porque creemos que lo somos. En otras palabras, según esta visión, una nacionalidad no es más que una construcción social. Una nacionalidad es una “comunidad imaginada”.

Curiosamente, el nivel de confianza personal es menor entre los latinoamericanos que entre los estadounidenses. En general, el 61% de los estadounidenses afirma que “hay que ser muy cuidadoso cuando se trata con la gente”. Entre los latinoamericanos esta métrica de desconfianza aumenta hasta el 86%. También parece que las opiniones políticas de los hispanos son más liberales que la de los estadounidense. El 30% de los hispanos describen sus opiniones políticas como liberales o muy liberales, en comparación con el 21% del público estadounidense. Por experiencia personal, sospecho que los cubanos son una excepción a esa actitud liberal.

Puede que los latinoamericanos no intercambien ron y pisco en una isla desierta, pero comparten una identidad y piensan en sus vecinos como adversarios, no como enemigos.