Ángel Lombardi: Memoria y olvido

Ángel Lombardi: Memoria y olvido

Limitaciones psicológicas en la política, cuando convertimos una idea en creencia (verdad única) y una ideología en religión, salimos del territorio de la razón y entramos en los peligrosos predios del fanatismo personal y del sectarismo grupal.

Toda creencia es lícita si no daña a otro y se enmarca en la “convivencialidad” social y el bien común. Pero igualmente muchas “creencias inocentes” sin sentido crítico crean una memoria colectiva a conveniencia, igual que a nivel personal, recordamos lo que no nos perturba y olvidamos neuróticamente todo lo demás, por eso, literariamente se habla de los “fantasmas” y demonios “del pasado”. En el conocimiento (?) del pasado ocurre con frecuencia, ejemplo: el “chavismo”, inventó lo de 4ta y 5ta república, ellos los “malos” y nosotros los “buenos”, reduccionismo maniqueo. Se asumen como la “nueva-historia” y empiezan con el cambio simbólico: el escudo, la bandera, la cara de Bolívar e “indigenizan” las denominaciones. Esto es una vieja práctica del absolutismo del poder, pasó en el Egipto de los faraones, algunas veces, muerto el faraón, “borraban” su nombre. Igual en algunos casos, en las monarquías absolutas, también el comunismo lo ha practicado, siempre y en todas partes. San Petersburgo pasó a llamarse Leningrado y apareció Stalingrado y la montaña más alta la llamaron Stalin. Otro ejemplo de ideología como religión es el “cuartel de la montaña” (Museo Militar donde Chávez se rindió en 1992), convertido en mausoleo del líder fundador, como en Moscú existía el mausoleo de las momias embalsamadas de Lenin y Stalin, expuestas al público para el morbo y culto necrofílico. Igual en China con Mao.

Cuando las aguas vuelven a su cauce, los difuntos venerados e idolatrados, terminan en el depósito de la historia y el casi seguro olvido. Para sorpresa de muchos, el olvido o lo que se pierde y no se conserva en la historia es mucho más frecuente que la memoria. Como en los seres humanos, la memoria es selectiva y muchas cosas se olvidan (aunque creamos que no, como por ejemplo: los primeros 4 años de vida). Muchas cosas hibernan en el subconsciente y afloran en el “sueño” o inducidas por expertos, de manera terapéutica, como en el psicoanálisis. La memoria y el olvido en la historia es una dialéctica inevitable. Establecida la historia-oficial, siempre desde el poder dominante (la historia la escriben los vencedores) queda la historia de los vencidos y los marginados. Un ejemplo es la mujer en la historia de tradición patriarcal y machista, la mujer subordinada y víctima y de paso convertida en pecadora genética y generadora o símbolo del mal (Pandora, Medea, Eva). En ciertos pueblos mediterráneos hay un dicho: “todas las mujeres son prostitutas menos mi madre que es una santa”.





Descartes, cuando publicó su Discurso del Método dijo que lo publicó en francés para que lo entendieran hasta las mujeres. Regresando a la memoria y el olvido, en la historia es como “trabajan” las ideologías. El pueblo o nación venezolana tiene diversas raíces: indígena, africana, europea, básicamente hispana (incluidos en ella a árabes y judíos). Crearon y gobernaron nuestros estados-nacionales por tres siglos, de república solo llevamos dos siglos. Pero en nuestra memoria colectiva que “recordamos” de estos 5 siglos, 20 años de epopeya emancipadora (Bolívar, etcétera). Un siglo XIX de mala fama y un siglo XX que unos lo reducen a Gómez, otros a AD y Copei y ahora los recién llegados a Chávez. AD negó a Gómez y epígonos. Chávez negó a AD y los 40 años de democracia; y los que vengan después de la caída del chavismo, lo negarán también. Así funciona la historia, especialmente en el ámbito de la política y las ideologías, entre la memoria y el olvido. Sólo en el ámbito societario de la cultura hay una continuidad de afirmaciones y negaciones, pero no de olvido y por ello existen archivos, bibliotecas, museos, etcétera.