Luis Alberto Buttó: El retorno a la universidad

Luis Alberto Buttó: El retorno a la universidad

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

¿Puede un trabajador ir más allá de sus propias capacidades, recursos y limitaciones, en aras de materializar la realización de las tareas inherentes a su desempeño laboral? ¿Hasta dónde debe y puede honrar el compromiso previamente adquirido en este sentido? ¿Hasta dónde debe y puede mantener desplegando cuotas de sacrificio personal para cumplir con las obligaciones estipuladas? ¿En qué medida continuará impulsándolo la motivación que le sirvió de aliciente para la realización de su vocación? ¿Debe ese trabajador poner en riesgo su salud y la de su grupo familiar como consecuencia de la ejecución de sus actividades cotidianas?

Interrogantes como las anteriores, acuciantes en sí mismas por donde se les mire, acogotan el pensamiento y angustian el alma de, por ejemplo, los profesores universitarios, al igual de cualesquiera otros trabajadores del sector educativo nacional en sus distintos niveles, de cara a la cercanía de un posible reinicio de actividades docentes. En el caso concreto de quienes creamos y transmitimos conocimiento en las universidades públicas nacionales, el asunto hace rato dejó de ser dramático para tornarse espantoso, inenarrable, dado el hecho de que las condiciones laborales que se supone deberían ampararnos han sido, de manera sostenida y permanente, pisoteadas sin ningún miramiento al respecto. Nadie puede ser tan ciego, indolente e irresponsable como para negar tamaña desesperanzadora realidad.

El cuadro de vida del profesor universitario, así como de todos los trabajadores universitarios en general, es consabido. Sueldos infinitamente por debajo de cualquier índice de pobreza extrema mundial que, obviamente, impiden la elemental manutención personal y familiar; seguridad social y asistencia en materia de salud que pasó de ser lujo inalcanzable para convertirse en aspiración negada de plano; imposibilidad material de satisfacción de necesidades básicas como transporte, vestimenta, o cualesquiera otras que puedan mencionarse; conculcación progresiva de los insuficientes ingresos que se reciben, en tanto y cuanto se ha impuesto en la práctica el perverso mecanismo de que sean los propios profesores quienes subsidien el sostén de las actividades de docencia, investigación y extensión, costeándolas de su propio bolsillo, vacío y roto, por lo demás.





Súmese a todo lo anterior la sobrevenida situación causada por la actual pandemia que, con sobradas razones, atemoriza ante la posibilidad de contagio, dadas las dramáticas posibles consecuencias que ello implica. En verdad, al maravilloso florentino le hubiese faltado tinta para describir un infierno semejante. Entiéndase, por supuesto, que en este escrito no se pretende reclamar ninguna consideración especial: las deplorables condiciones de vida de los profesores universitarios no son más que idéntica expresión, en sus magnitudes y tragedia, del desamparo en que se encuentra sumido el grueso de los trabajadores venezolanos, se muevan en la formalidad o en la informalidad de la economía. Aquí no vale el sálvese quien pueda. En verdad, nadie está a salvo.  

No se trata de resistir; eso se ha demostrado con creces. Se trata de responder a lo que debe responderse. Sobre esa base hay que decidir.

@luisbutto3