Los niños de la calle buscan escapar del coronavirus en Senegal

Los niños de la calle buscan escapar del coronavirus en Senegal

La gente camina por la playa antes del toque de queda en medio de un brote de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), en La Somone, cerca de Thies, Senegal, 11 de abril de 2020. REUTERS / Zohra Bensemra

 

Denunciados por una población que teme la contaminación y perseguidos por la policía encargada de hacer cumplir el toque de queda, los niños y adolescentes que viven en las calles de Dakar recurren a una asociación para recuperar fuerzas y escapar al coronavirus.

En la capital senegalesa, de más de tres millones de habitantes, donde residencias de lujo conviven con barrios superpoblados, viven en la calle centenares, incluso miles, a veces de apenas cinco años.

Rompieron con sus familias, huyeron de los abusos de un maestro coránico o se unieron a la calle simplemente por “sed de libertad”, explica Cheikh Diallo, uno de los responsables de Village Pilote, una asociación franco-senegalesa que les ayuda desde hace casi 30 años.

Viven de pequeños trabajos, del robo o de la mendicidad, durmiendo igual en la calle o en edificios en construcción.

Pero desde que el coronavirus apareció en este país de África occidental, contaminando hasta ahora a unas 300 personas y matando a dos, “la mendicidad no funciona”, dice Bamba Seck, de 18 años.

Este joven suele pasar sus días y noches cerca del Palacio de Justicia y de la prisión de Rebeuss, a las puertas del centro histórico y administrativo de Dakar.

– A la sombra de las acacias –

En un país donde un rumor de contaminación puede incendiar rápidamente un barrio, la gente “comenzó a desconfiar de nosotros” cuando “un chico (del vecindario) fue sospechoso de tener el coronavirus”, cuenta Bamba, sentado a la sombra de una acacia del centro de acogida de Village Pilote.

Al igual que otro centenar de niños de la calle, se refugió hace días en este vasto terreno que parece un campo de vacaciones, ubicado en un paisaje de dunas y baobabs cerca del Lago Rosa, a una hora de carretera al norte de Dakar.

En la capital, los restaurantes que daban a estos jóvenes pobres un poco de comida están cerrados o trabajan poco desde hace casi un mes. Y los transeúntes que les daban limosna se alejan de ellos, explica un responsable de la asociación, para quien ellos viven una “calamidad” sin precedentes.

Los jóvenes contactados por AFP se quejan principalmente de que las fuerzas del orden encargadas de hacer respetar el toque de queda nocturno los desalojan sin piedad de los sitios donde habitualmente se quedaban.

“Juegan al gato y al ratón con la policía, se esconden, no tienen dónde dormir. Están muy cansados”, cuenta Cheikh Diallo, responsable del pueblo Lago Rosa.

– Cuarentena, descanso y rugby –

Para evitar la expansión del virus, la asociación decidió no acoger nuevos internos y organizó distribuciones de alimentos en las calles de Dakar.

Pero ante el reclamo de los chicos decidió reabrir sus puertas, poniendo a los recién llegados en cuarentena dos semanas y separando a los pequeños de los grandes.

Los hombres montan a caballo después de lavarlo en el mar antes del toque de queda, en medio de un brote de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), en La Somone, cerca de Thies, Senegal, 11 de abril de 2020.REUTERS / Zohra Bensemra

 

Todas las mañanas un enfermero les toma la temperatura. El resto del día, descansan en lindos edificios de ladrillos ocres, sobre colchones en el suelo. Los de más edad improvisan tatuajes, mientras otros hacen pases con un balón de rugby o lavan su ropa con agua de un pozo.

Al terminar la crisis sanitaria, podrán volver a la calle, intentar contactar a sus familias o permanecer en Village Pilote para seguir cursos de alfabetización o formación en oficios de hostelería, carpintería o mecánica.

Ansu Sané, de 19 años, forma parte del grupo en cuarentena, sólo compuesto de chicos. Cinco años después de haber dejado Casamance, en el sur del país, este aprendiz de chofer acompañaba hasta hace poco a los autobuses de viajeros, encaramado en la parte trasera del vehículo.

Pero desde la instauración del estado de emergencia, la circulación entre las regiones del Senegal se interrumpió y “no gana nada”, dice.

Tiene mucho cuidado de lavarse las manos y se preocupa por su familia, que se quedó en Casamance. Si “Dios quiere que agarre el coronavirus, no puedo hacer nada”, dice fatalista. AFP

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