EEUU llevaba más de 12 años siguiendo cada movimiento de Qasem Soleimani

EEUU llevaba más de 12 años siguiendo cada movimiento de Qasem Soleimani

Qassem Soleimani era el máximo jefe militar en Irán y cerebro de las operaciones del régimen fuera de su territorio. Infobae

 

En 2007, los comandos de Estados Unidos observaban mientras un convoy que trasladaba a un poderoso líder militar de Irán llegaba al norte de Irak. Era una oportunidad como pocas para ejecutar al general Qassem Soleimani, quien había sido señalado como el responsable de ayudar a las fuerzas chiíes que mataron a miles de soldados estadounidenses en Irak. Al final, los líderes militares norteamericanos no actuaron, preocupados de las posibles consecuencias de un ataque tan provocador.

Así lo reseña infobae.com

“Para evitar un tiroteo y la política polémica que le seguiría, decidí que debíamos monitorear la caravana, no atacar de inmediato”, escribió el año pasado en la revista Foreign Policy el general retirado de Estados Unidos Stanley McChrystal.

El temor de las repercusiones que tendría un ataque dirigido a Soleimani persistió en los gobiernos del presidente republicano George W. Bush y del presidente demócrata Barack Obama, según funcionarios que sirvieron en ambas administraciones. Soleimani, calcularon, era tan peligroso muerto y martirizado, como lo era vivo y conspirando contra los estadounidenses.

Esa estrategia llegó a su fin esta semana, cuando el presidente Donald Trump autorizó el ataque aéreo contra Soleimani, quien murió después de que su avión aterrizara en un aeropuerto en Bagdad. Trump declaró en Twitter que Soleimani, “¡Debió haber sido aniquilado hace muchos años!”.

Sin embargo, algunos funcionarios del gobierno argumentaron que a pesar de la participación de Soleimani en la planeación de ataques letales contra los soldados de Estados Unidos, la decisión de Trump pudo haber aumentado el riesgo de los estadounidenses en la región.

“Los presidentes previos han tenido la oportunidad de tomar medidas como la que vimos anoche, pero se contuvieron por los riesgos que conllevaba y la duda de hacia dónde llevaría todo esto”, dijo Derek Chollet, subsecretario de Defensa durante el gobierno de Obama. “Desafortunadamente, esas preguntas no están más claras en la actualidad”.

En efecto, el operativo de Trump contra Soleimani, jefe de la élite Fuerza Quds de Irán, coloca a Washington y Teherán en un territorio inexplorado tras meses de tensiones intensificadas. No es claro cómo o cuándo responderá Irán, o si esa respuesta acercará aún más a Estados Unidos hacia un conflicto militar en el extranjero.

El presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, dijo que los funcionarios estaban muy al tanto de la posibilidad de una represalia, pero creen que “el riesgo de la inacción excedía al riesgo de la acción”. Citó información de inteligencia “convincente, clara e inequívoca que indicaba que Soleimani planeaba una campaña importante de violencia en los próximos días, semanas y meses”. No dio detalles específicos de dicha información.

Pese a la incertidumbre generada, el presidente estadounidense, Donald Trump, afirmó el viernes que ordenó matar al poderoso comandante iraní para “parar una guerra”, no para comenzarla. El operativo se produjo días después del asalto de seguidores de la Multitud Popular a la Embajada de EE.UU. en Bagdad, que fue en respuesta asimismo a un ataque estadounidense contra posiciones de esta milicia en el que fallecieron 25 de sus hombres.

El general Soleimani era el encargado de las operaciones fuera de Irán de los Guardianes de la Revolución y estuvo presente sobre el terreno en Siria y en Irak, supervisando a las milicias respaldadas por Teherán en ambos países árabes.

En Bagdad se celebraron en esta jornada los funerales de los ocho fallecidos en el ataque selectivo, entre los que figura, además de Soleimaní, el vicepresidente de la Multitud Popular, Abu Mahdi al Mohandes. El cuerpo del comandante será trasladado en las próximas horas a Irán, donde se celebrarán entre el domingo y el martes honras fúnebres en varias ciudades, incluida Teherán y su ciudad natal, Kerman, lugar en el que está previsto su enterramiento.

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