Cuando un grupo en el poder llega a estos extremos, cuáles son sus posibilidades de recuperar el apoyo popular, los bonos, CLAP, ayudas y misiones se tornan insignificantes frente a la magnitud de la crisis y las denuncias de corrupción que nos asolan. El hospital J. M. de los Ríos es una vitrina de la miseria moral del régimen. En 30 años pasó de tener 100.000 a 3.800 ingresos hospitalarios. Las cirugías descendieron de 4.500 anuales a 2.500 y la mortalidad, que se mantenía en 3,7% de los ingresos, aumentó a 4,5% en 2014. De una capacidad para 420 camas, solo entre 130 y 160 están operativas. Carece de agua, equipos médicos, rayos X, tomógrafo, aire acondicionado, resonancia magnética, laboratorios. Los niños hospitalizados no reciben una dieta adecuada. Las instalaciones del hospital están controladas por colectivos violentos adeptos al régimen que organizan tropelías a diario contra el personal de salud que permanece valientemente al cuidado de los infantes. Las madres con niños hospitalizados son amenazadas diariamente por estos colectivos, les prohíben hablar con los medios para comunicar a los venezolanos la tragedia que ocurre puertas adentro. Organizaciones voluntarias de ciudadanos donan –en este país petrolero– los alimentos que requieren los niños enfermos y sus cuidadores.
La corrupción y desmoralización de los responsables de la salud parece no tener límites. En el hospital Universitario de Caracas, igualmente en crisis, la junta directiva contrató un grupo de desnudistas para divertirse, tal como informó la prensa: “Derroche en fiesta navideña del Clínico mientras pacientes mueren por falta de insumos Se filtraron varias facturas de proveedores donde se observa el monto de 26.680.000 bolívares, presupuesto que fue destinado para la fiesta navideña por el director del hospital, Fernando Alvarado, y el subdirector, Pablo Castillo, conocidos por haberse negado a recibir los donativos realizados por la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras a la institución hospitalaria”. Lo insólito es que este acto barbárico fue del conocimiento público y sus autores permanecen incólumes en sus mismas posiciones, no hay sanciones porque al régimen no le importa la salud de los venezolanos y mucho menos el futuro de nuestra infancia. Cada día amanecemos con la noticia de una muerte más por la cruel indolencia de Maduro-Herodes, ya resuena el lamento del tirano como predice el poeta José Emilio Pacheco:
Ahora solo puedo pedir perdón,
Y es en vano: los muertos no resucitan,
Las heridas nunca se curan.
Así al buscar la luz y la verdad.
Aumenté con la suma de mis crímenes
El plural sufrimiento de este mundo.
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