Alfredo Maldonado: Cayó Rajoy, caerá Sánchez

Alfredo Maldonado: Cayó Rajoy, caerá Sánchez

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A Mariano Rajoy, que es como aquella definición chistosa del gallego, “un hombre en mitad de una escalera y nadie logra saber si sube o si baja”, le tendieron una trampa y cayó, ¡oh, sorpresa!, porque habitualmente no ha sido ciervo sino cazador. Dotado de una paciencia que lo desbastaba todo, incluso a sí mismo, tanto las oportunidades perdidas como las inoportunidades ganadas en su cara inconmovible se veían iguales, se esfumaban, se diluían en el microespacio que dejaban sus dos gestos extremos: semisonrisa casi imperceptible y casi imperceptible seriedad.

Se aferró al poder y logró permanecer en mitad de esa escalera hasta que en un descuido alguien se la quitó y sólo se dio cuenta cuando se dio de culo contra el piso. No entraré aquí a analizar si el suyo fue buen o mal Gobierno. Ciertamente fue firme en la economía y España, con un gran costo político para Rajoy y el Partido Popular, está en una crisis superada, aunque su nivel de desempleo siga siendo demasiado alto. Pero ese partido fue asolado por la corrupción de muchos de sus jefes y dirigentes, y aunque reaccionó y algunos están siendo investigados y enjuiciados, la percepción general ha sido de que este Popular de Rajoy ha actuado contra los ladrones propios por presión del público y de los medios, más que por ética propia.





Su desagradable –voz y aspecto chillones- Ministro de Finanzas ha hecho un buen trabajo hasta donde podemos apreciar, pero ha sido un mal comunicador; no es que uno no le crea, es que provoca no creerle. Al final, Rajoy ha tenido oportunidades de dejar el Gobierno por la puerta del buen recuerdo, pero se puso ojeras y se empeñó en mantenerse en mitad de la escalera. No supo o no quiso sincronizarse, por ejemplo, con el crecimiento y la frescura política de Albert Rivera y Ciudadanos. Ahora se quedó sin escalera y sin Rivera.

Pedro Sánchez se ha presentado hace tiempo como la nueva cara del vetusto Partido Socialista Obrero Español, PSOE, partido de tan amplios espacios que aguanta al mismo tiempo al dirigente que lo llevó al fracaso, José Luis Rodríguez Zapatero, y al que décadas antes lo sacó del exilio y lo llevó al Gobierno, y sigue siendo político respetado en el mundo entero, Felipe González.

Sin duda Sánchez es cara nueva, aspecto más moderno del viejo socialismo que viene desde el siglo XIX, prestigio populista que ha tratado de quitarle, afortunadamente sin éxito, el mal vestido, mal peinado y siempre malhumorado Pablo Iglesias, simple coincidencia de nombre, que sepamos, con el fundador del PSOE muerto varias guerras y exilios atrás.

Pedro Sánchez no ha logrado convertirse en el líder del PSOE. Dirigente de primera importancia, sí. Nivel de Felipe González, no. Sólo armando, o permitiendo que se armara, una especie de pantano a su alrededor, ha logrado que Mariano Rajoy, él solito, se dejara quitar la escalera.

La diferencia es que alrededor de Rajoy estaba un partido repleto de “barones”, ladrones y pillos incluídos, pero bajo un puño firme que todo lo tragaba, deglutía y defecaba ordenadamente, las pestes se olían y se perdían en el viento, pero la mierda seguía concentrada, a la vista. Qué pasará ahora, ya se verá.

Sánchez, que tras algunos años de escalar, ceder, dar un pasito adelante y dos atrás, o viceversa, llega finalmente a la Moncloa y al nombramiento constitucional por el Rey, pero no como cuando le tocó a Rajoy, mucho menos como a Zapatero, la Moncloa será cosa diferente. Sánchez llega al Gobierno cabalgando una asociación de muy poco confiar. Una asociación a sus espaldas, no con Sánchez como jinete sino como soporte. Sánchez habla mucho, suena bien, pero también los pájaros cantan lindamente y lucen hermosos colores mientras se comen los ojos de los muertos.

Los podemitas y los separatistas tienen voz, voto y capital en el edificio sanchista (¿se dice así?), y ésa es una plaza pública que Rajoy no tuvo que manejar, en su escalera sólo estaba él y los “barones” y unas cuantas hermosas y muy inteligentes –yo diría que incluso implacables- mujeres lo sostenían.

Sánchez no tiene escalera sino escaladores, y así es muy difícil escalar, sobretodo cuando se tienen piernas largas pero no fuertes. Sánchez formará Gobierno pero le costará gobernar entre las frustraciones de Podemos y los propósitos de los separatistas. Diría uno, desde estas lejanías, que a la España del largo y más bien aburrido Felipe VI de Borbón, llegó la hora de las mujeres hermosas.

De Soraya Sáez de Santamaría y la bonita –me disculpan la debilidad- María Dolores de Cospedal en el Partido Popular, y de Susana Díaz en el socialista. Ya veremos, España siempre tiene lo suyo, como esos comunistas tan burgueses y bien pagados aferrados a la coleta de Pablo Iglesias. Aunque también sus Tejeros, Milans del Bosch y Francos, que siempre andan dando vueltas por ahí.