Paquetes de miseria (I) CLAP: La frustración por no poder comer hallacas y la incertidumbre de una próxima venta

Paquetes de miseria (I) CLAP: La frustración por no poder comer hallacas y la incertidumbre de una próxima venta

Nota de Prensa
Nota de Prensa

 

 

En el sector Alta Vista de Catia los alimentos a precios subsidiados que distribuye el gobierno no llegan mensualmente. A mediados de diciembre vendieron tres kilos de harina y un litro de aceite para paliar el retardo. El combo navideño no fue distribuido en la zona y los vecinos solo pudieron comprar medio pernil.





Nota de Prensa

22 de diciembre. Son las 7:00 pm y de pronto, se escucha a un hombre gritar desde la calle Real de Alta Vista, en Catia: “¡Llegaron las harinas!”. Tras el anuncio se escuchan portazos y muchos corren entusiasmados hacia la casa del vocero de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).

?Anótese como recibido, mijo? dice uno de los coordinadores.

?Ahora sí toca hacer hallacas con estas harinas? dice un adolescente, mientras sostiene tres kilos de harina de maíz del emblemático empaque color amarillo con la doñita que usa un pañuelo en su cabeza y una botella de aceite.

? ¡No se te olvide echarle onoto!? Le dice una mujer en la cola riéndose.

Para acceder a los alimentos que estaban entregando los vecinos depositaron, en efectivo, 7.000 bolívares en una cuenta corriente del Banco del Tesoro cuyo titular era el Jefe de Calle de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción. Pero no todos tuvieron acceso al combo.

El anuncio sobre la posibilidad de comprarlo llegó, vía correos telefónicos o mensajes de Whatsapp, solo dos días antes y no todos tenían el dinero para hacer el depósito. Urgía hacer las hallacas y los vecinos, que esperaban el combo navideño anunciado por Freddy Bernal, Jefe Nacional de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), estaban molestos porque no había llegado. Esperaban pernil. Pero no llegó pernil ni nada. Para paliar la situación se entregó el combo contentivo de tres harinas y un litro de aceite.

La distribución de los alimentos implica el cierre de la calle. Organizan dos filas de personas; una para anotarse y otra para retirar. Las camionetas que suben desde la avenida Sucre se desvían, pero antes dejan a algunos pasajeros que acuden corriendo a hacer la fila. “Menos mal que llegó antes del 24”, dicen unos contentos. “Eso es porque no viene el pernil en diciembre”, aseguran otros. Los voceros y coordinadores guardan silencio y continúan entregando el combo sin darse por aludidos ante los comentarios. “A mí me dijeron que llegaría más cara pa’l año que viene”, dice una joven con un bebé en brazos.

Entre los vecinos que adquieren el combo se encuentra Karla. Como muchos, tiene que recurrir al pan, la yuca y la papa para sustituir la harina de maíz pre cocida que escasea desde hace tres años. “Casi agarro la plata del Niño Jesús para comprar yuca porque no vino la Caja. El combo nos alivianó”, dice la madre de tres niños de 4, 7 y 11 años de edad.

Su pareja tiene 28 años. Desde hace ocho meses le envía dinero desde Medellín, Colombia, donde trabaja limpiando carros, cuenta Karla. “Lo que él me manda nos ayuda a pagar el anexo en el que estamos y comida. Compro carne, mantequilla y algunos productos, como pasta dental, jabones. Nada de eso viene en el CLAP. Aunque la caja es una ayuda, lo que trae no nos alcanza para fin de mes”, lamenta. En esta oportunidad no tiene otra opción sino comprar la bolsa con las tres harinas y el aceite se queja porque no llegó lo que se les había prometido: Una bolsa con elementos para hacer 30 hallacas: 2 kilos de carne, un pollo, dos kilos de cochino, cuatro harinas de maíz, alcaparras, aceitunas, pasas, pabilos y hojas de plátanos, además del pernil, y que tendría un precio 49.730,00 bolívares.

“En la calle Estadio no llegó pues. Pagamos estas harinas, pero queremos el combo navideño. ¿Cuándo va a llegar? ¿El 31 de diciembre?”, se preguntó Karla.

A pesar de las quejas el proceso transcurre sin inconvenientes. Quienes hicieron el depósito entregan su comprobante y reciben los productos. La actividad termina en paz.

Pero el 26 de diciembre la situación se torna más tensa en los alrededores de la parroquia Alta Vista de Catia. A las 6:00 de la tarde un grupo de vecinos, en especial de las calles Estadio y Guayaquil, cierran el acceso a la avenida Sucre en protesta porque, a pocos días para el fin de año, no hay noticias ni del combo navideño CLAP ni del pernil.

La gente se reúne e impiden, por una hora, el acceso a la concurrida avenida. A las 7:30 llegó un grupo de efectivos de la Policía Nacional Bolivariana quienes hablaron con los vecinos y los convencieron de dispersarse y abandonar la protesta. “¿Cuándo nos van a dar el pernil, el 31 de diciembre?” se pregunta una vecina que se retira molesta del lugar.

Y es, justamente, el 31 de diciembre casi a las 8:00 de la noche cuando la carne de cerdo es distribuida en Altavista. Pero los vecinos no quedan conformes porque la proteína, además de tarde, llega incompleta.

“Solo me dieron la mitad, se veía clarito el corte recién hecho en la carne porque no alcanzó para todos” señaló una vecina que añade. “Aun así nos alegró el 31”.

Una vocera de calle del sector Altavista confirmó que el pernil no llegó en cantidades suficientes a varios sectores de Catia. “No queríamos que la gente se quedara sin su pernil, pero al final decidieron partirlo a la mitad para que todos quedaran contentos”, aseguró.

2018: A la espera del Clap

15 de enero. 8:30 am. Algunos llevan una o dos bolsas en la mano. Los vecinos de la Calle Real de Alta Vista no se ven las caras, se ven las bolsas. Otros entran y salen con poco, a veces con nada, de los locales, charcuterías, fruterías, mercados chinos. La incertidumbre puede apreciarse en sus ojos que agarran un pan árabe o una salsa de tomate con la misma rapidez que giran el producto para mirar el precio. Algunos los llevan y otros los dejan en el estante.

Habían transcurrido 15 días desde que el presidente de la República, Nicolás Maduro, anunció por cadena nacional un aumento en el salario integral de 248.510 bolívares de salario mínimo y 549.000 de bono de alimentación para un total de 797.510 bolívares. El ajuste despertó dudas entre los vecinos, pues aseguraron que las carnes, productos de limpieza y aseo personal comenzaron a subir de precio el 3 de enero.

Adelaida camina con un billete de 10.000 bolívares en la mano. No le preocupa sostenerlo; asegura que es poco lo que puede hacer con el papel que lleva impreso la cara de Simón Rodríguez. Baja aceleradamente a pie por una redoma de la calle Real de Alta Vista y entra a una frutería donde se asoma al mostrador donde reposan plátanos maduros y verdes, ají en bolsas pequeñas, papas, ahuyama, guayaba y aguacate.

?Jhonny, buenos días. ¿Me das 1 kilo de yuca?

? El kilo te sale en 21.500? dice firme sin mirarla a la cara.

? ¡¿21.000 bolos por 1 kilo de yuca?!? exclama mientras busca más efectivo en su bolsillo trasero de su short gastado. No lo consigue. Encuentra una tarjeta bancaria y se la entrega sin mirar a la cara al vendedor entretenido con su teléfono celular.? Más barata me sale la caja. Por cierto ¿no te han dicho nada del Clap?

? Nada, y dicen que viene más cara pa’ ahorita en enero. Y son 21.500

? Ya estamos pasados de fecha. ¿Te imaginas que se repita lo de diciembre? Bueno, ustedes están resueltos con la bodega. Algo pueden comerse? dice riéndose.

? No te creas. Aquí también tenemos la duda.

A sus 53 años, Adelaida camina de regreso a casa y se encuentra en una esquina a Rosaura, representante del consejo comunal de la calle Real. Conversa con dos vecinas más. Una de ellas escucha sentada en una acera con sus manos en el rostro.

? ¿Cómo estás, mi amor?? dice Rosaura, mientras las otras dos mujeres le escuchan atentas.

? Aquí, comprando alguito pa’l almuerzo de los muchachos. ¿Aún nada?? pregunta Adelaida.

?Aun nada, comadre. El Estado Mayor no ha autorizado nada. Toca esperar. Nada es seguro?. Las otras dos mujeres se miran entre sí. No dicen nada.

?Escuché que a los de La Colina si les llegó? asegura la mujer sentada en la acera.

?Eso es pura paja. En esa calle están organizándose para recoger los reales apenas den la orden. Pero, al final el Estado Mayor nos confirma a todos los del consejo ? asevera Rosaura.

?Voy pa’ la casa. Estamos hablando? dice mientras revisa los cortos de yuca dentro de la bolsa?. ¡Avisa por el grupo de Whatsapp!

Entre los días 7 y 10 de enero los vecinos no habían cancelado el monto estipulado para la caja del Clap. Los jefes de calle no informaron nada durante esos días, ni siquiera se pegó el pliego de papel bond sobre el que se escribe mensualmente el monto a depositar en la cuenta corriente del Banco del Tesoro.

18 de enero. 07:45 am. “Estimados, tenemos el agrado de notificarles que el Estado Mayor ordenó la entrega de los Clap este mes. Deben depositar 28.500 bolívares entre hoy y mañana viernes”. El mensaje dispara las alarmas y las reacciones no se hacen esperar. “¿Dónde toca depositar?, ¿Se puede por transferencia?, ¿Solo aceptan efectivo?, “Gracias por el mensaje, pero me preocupa el poco tiempo que tenemos”, son algunos de los comentarios de quienes integran el grupo.

El grupo de Whatsapp es un historial de sentimientos encontrados y de sacrificios para comprar la caja, la bolsa o cualquier cosa que provenga de los CLAP. Muchos vecinos hacen lo que está a su alcance para reunir el dinero en el efectivo que se les exige. Varios se dedican a vender artículos de limpieza caseros, bolsas plásticas y algunos enseres como tazas y platos de cerámicas para lograr el monto. Sin embargo, esta vez se permite a los vecinos de la Calle Real, por primera vez, depositar la caja a través de una transferencia bancaria, ya que regulrmente debe hacerse en efectivo. El único requisito es que la transacción sea entre cuentas del Banco del Tesoro.

19 de enero. 11:40 a.m. José es uno de los vecinos de la calle Real. Alcanzó a reunir 28.500 bolívares, entre billetes de 500 y 100 bolívares; lo justo para comprar la caja del Clap. Mientras hace fila en una agencia bancaria en Chacao, le pregunta a una mujer mayor si tiene una liga de goma que pueda prestarle para ordenar el cúmulo de billetes que no logra controlar entre sus manos.

? ¿Qué le parece? Aquí no llego a 30.000 bolívares? dice con reproche.

? Vamos a ver si le aceptan esos billetes. ¿Eso es pa’ comprar el Clap? ?

? Sí. Es para el Clap ? responde suspirando José. ?Me avisaron esta mañana y me vine en metro desde las Fuerzas Armadas hasta Chacao. Esta sede no suele ponerse full ?agrega.

? Esa seguro llega la semana que viene. Siempre pasa así. Por ahí escuché que no traerá leche ni azúcar. ¿Qué le vamos a dar a los nietos? ?se pregunta la anciana poniéndose la mano en la boca.

?Ya uno no sabe qué esperar de esta gente. Pura pasta y arroz es lo que trae seguro.

La fila de personas avanza rápido. José llega a la taquilla, se le ve sonriente. Se escucha el doble golpeteo de un sello contra el vaucher y su copia. José pasa la prueba y camina hacia la puerta con el papel en la mano. Hará su cola para comprar la bolsa CLAP.

¡Llegó el Clap!

A las 7:30 p.m de este 19 d enero parece que hay una fiesta en la calle Real de Alta Vista. Para los vecinos lo es. Un carro deportivo estaciona a una cuadra, abre sus puertas y enciende su equipo de sonido. Ahora sí es una fiesta. Esta vez, nada obstaculiza el tránsito, pero aun así la cantidad de personas en la calle ralentiza el paso.

Vecinos se encuentran y saludan yendo y viniendo a la casa de Lucía, donde guardan los alimentos. Ahora sí se ven las caras, pues no las bolsas no les causan intrigan; todas deben tener lo mismo. No todos se conocen entre sí, pero hablan para pasar el tiempo. Mujeres y hombres, acostumbrados a la espera, forman dos filas; la primera para registrarse y la segunda para retirar la caja.

“Nombre, cédula, casa. Aquí firmas como «Cancelado» y aquí como «Recibido», señala un representante del consejo comunal sentado en una mesa color rojo frente a la casa. Las personas esperan insistentes para anotarse. La fila se detiene. No avanza. “Ojalá no se acaben las cajas. Ya hay mucha gente en la otra cola. ¡Apúrense vale!”, dice una vecina. “No sé cómo van a hacer si se acaba. Yo ya pagué mi vaina”, dice otra. Adelante comienzan Jefa de Calle de los CLAP, se niega a entregarle la caja.

? ¿Qué puedo hacer yo? Ayer se les dijo que tenían chance de depositar hasta hoy? asevera Rosaura.

? Pero si no se consigue efectivo. Una gente me quedó mal con una plata esta tarde. ? dice desesperada Madeleine, una mujer de piel morena, cabellera negra y estatura mediana. ? ¡Yo te prometo que te entrego la plata mañana!? mientras llora.

Algunos vecinos intervienen en favor de Madeleina. Rosaura asegura que no puede romper las reglas. “Una cosa era conseguir 10.000 bolos en efectivos al mes, otra cosa son 28.500” dice sollozante Madeleine.

Una vecina se ofrece a hacerle el depósito de inmediato si esperan por ella. Madeleine logra comprar su caja.

Andrés de 60 años de edad sale en silla de rueda con su hija de 29. En sus piernas reposa la caja del CLAP. Se detienen y comienzan a revisar la caja que contiene: 5 kilos de harina de maíz pre cocida, 2 kilos de leche en polvo, 2 kilos de lentejas, 1 kilo de harina de trigo, ½ kilo de caraotas, 4 sobres de 250 gramos de pasta, 60 gramos de salsa de tomate y 45 gramos de mayonesa. Los vecinos califican la caja de “resuelta”, a pesar de que no trajo azúcar.

El empaque de los productos refiere que son importados y envasados por empresas de México y la materia prima para la elaboración del arroz, las lentejas y las pastas vienen de Estados Unidos y Canadá.

La jornada lleva todo el día. Son las 10:30 p.m. cuando comienzan a retirarse los representantes del consejo comunal. Algunos vecinos regresan a la cola con suéteres o con una taza de café. Otros empujan el carro que anteriormente había puesto música para avivar el ambiente porque se quedó sin batería.

La calle Real de Alta Vista se observa sucia. Papeles, latas y botellas quedaron regados, como si una vez más se hubiese despedido el año. Los miembros del Consejo Comunal de Alta Vista se felicitaron por la jornada lograda en apenas dos días y que concluyó con cuatro horas a la intemperie. Una Jefa de Calle baja la redoma con la lista de asistencia en la mano y expresa sonriente: “¡Todo salió bien. Pasemos el guayabo de esta jornada y mañana hablamos, mira que febrero promete!”.