La esperanza es lo último que se pierde, por @MichVielleville

La esperanza es lo último que se pierde, por @MichVielleville

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El pueblo venezolano siempre ha sido ejemplo en fortaleza. En medio de la peor crisis de su historia, ha sabido manejar las calamidades diarias, y encontrar salidas ingeniosas a sus principales problemas. Resulta increíble cómo, a pesar del oscuro panorama económico, y la compleja situación política, todavía millones de venezolanos realicen un arduo esfuerzo por mantener viva  la fe, que les permite visualizar un mejor porvenir. Y sólo una fuerza puede explicar el por qué de esta profunda convicción. Sólo un concepto puede dar cuenta de esa sensación que le permite a todo un pueblo enfrentar las adversidades con optimismo: la esperanza; por cierto, último elemento que pudo salir dentro de aquella famosa “Caja” de “Pandora” de la mitología griega.

Para quienes no conocen el mito de Pandora, esta leyenda cuenta la historia de una hermosa mujer que fue creada por el dios griego Zeus, quien tenía planeada una venganza. La fábula narra la intención de Zeus de querer castigar a Prometeo por haber hurtado el don del fuego, y entregárselo a los humanos. El primer paso de su plan consistía en entregar a Pandora como obsequió a Epimeteo, hermano de Prometeo, para que éste se casara con ella, a fin que concretar un propósito encubierto. Cuando Zeus logró que esto se cumpliera, lo siguiente era entregar a Pandora un regalo de bodas: una misteriosa caja acompañada de una extraña advertencia que sugería no abrirla, bajo ningún escenario. Pero Pandora, tentada por la curiosidad -algo que conocía muy bien Zeus a lo cual ella era proclive- en la primera oportunidad que se le presentó abrió la caja para ver lo que ella contenía. Cuando lo hizo, de su interior escaparon al mundo todos los males de la humanidad, enfermedades, hambre, muerte y dolor. En su intento por volver a cerrarla, se percató que sólo la esperanza no pudo salir del fondo de la caja. En la actualidad la frase “la esperanza es lo último que se pierde” es resultado de ese mito, y hoy  nos recuerda el único recurso con el cual contamos los venezolanos.





La República está sumida en una verdadera situación de complejidad. Hoy en día existen problemas en todos los frentes. A raíz de las últimas decisiones tomadas por Maduro el caos social se ha apoderado de varias ciudades; la confrontación entre poderes, con el bloqueo judicial hacia el Parlamento, impide la construcción de procesos de consenso y la obtención de cambios políticos necesarios; el hambre crece, resultado de la agudización de los niveles de escasez y la pérdida del poder adquisitivo del venezolano. Todo ello refleja la cantidad de males desatados en el territorio  nacional, tal vez no por una “Caja” de “Pandora” como en el mito griego, pero sí como consecuencia de un gobierno deslegitimado, que todavía no es consciente de la magnitud de sus daños.

Actualmente el único activo con el que cuenta el pueblo venezolano es la esperanza. Sólo esa fuerza puede sostener los ideales para el diseño de una verdadera República. Sólo aquella puede mantener vivo el espíritu de lucha cívica y la convicción de que juntos podemos conquistar  el cambio de gobierno que espera Venezuela entera. La esperanza es un elemento asociado a la confianza, necesaria para visualizar por anticipado la materialización de los resultados que se esperan de alguna meta, proyecto, u objetivo último. En la vida política venezolana sus efectos son de suma importancia, en tanto determina el comportamiento colectivo de los individuos. Un elevado nivel de esperanza conduce a relaciones de paz y afianza la convicción de que sí es posible construir el país que todos merecemos. Por el contrario, la  desesperanza está asociada a la incertidumbre, que genera tristeza y temor, y mayormente se expresa en desesperación colectiva.

 

Faltando sólo días para que sea navidad, el mejor deseo es que nuestros dirigentes políticos puedan discernir los tiempos y los motivos más profundos de nuestra sociedad. El discurso esperanzador se convertirá en el mejor antídoto contra el sentimiento de frustración; y por esperanzador no se debe entender la inocente creencia en propuestas idealistas, sino la expresión de estrategias claras que hagan visible escenarios futuros, que calmen los ánimos exaltados y orienten la movilización política hacia acciones y resultados específicos. Porque las acciones que se emprendan para la obtención de un mejor país, sin la esperanza serán ciegas; pero  esa misma esperanza cultivada sin acciones concretas será algo completamente estéril. Ambas tendrán que acoplarse para dar cumplimento a nuestros compromisos vitales.