La dramática historia que vive una venezolana por no tener cédula

La dramática historia que vive una venezolana por no tener cédula

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Wendy’s Carolina Estrada Álvarez, de 34 años, vive la peor de sus pesadillas. En 2007 extravió su cédula de identidad y, tras nueve años de “peloteo”, no ha podido obtener de nuevo el documento. Hace año y medio se fue a EE UU (lugar donde nació) en busca de una mejor calidad de vida, pues en la tierra donde creció “no es nadie, no tiene identificación”.

“Nací en Estados Unidos y soy hija de padres venezolanos por nacimiento, lo que me hace ciudadana venezolana según el artículo 32 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Sin embargo, desde hace nueve años no tengo identificación, ‘no soy nadie’.





Siempre llevé una vida normal. Crecí, estudié, trabajé, me casé y presenté a mi única hija, Grecia Valentina, en Maracaibo. Pero mi vida ‘desapareció’, de la noche a la mañana, cuando extravié mi único documento de identificación personal: mi cédula.

El interminable periplo civil por recuperar mi documento comenzó en 2007, cuando tenía 25 años.

Convencida de que no me llevaría más de una jornada en sacar una nueva cédula, acudí a una oficina móvil de cedulación cerca del antiguo Mercamara, en el municipio San Francisco.
Una cola de más de 200 personas antecedía la ‘pesadilla’ de la que no he podido despertar.

La persona que me atendió solo se limitó a decirme que mi número de cédula no aparecía en el sistema y que debía acudir a la sede del Saime ubicada en Caracas (antigua Onidex), y consignar algunos recaudos.

Busqué una copia de la cédula, constancias de estudio, mi acta de matrimonio y hasta la copia de una página del libro de actas que firmé cuando me saqué la cédula por primera vez. En menos de una semana, partí con los recaudos hasta la capital.

En el Saime de Caracas hice la cola como el resto de las personas que aguardaban a que abrieran las puertas del lugar. Cuatro horas después, logré entrar a la oficina donde sería atendida con frialdad. La manera de hablar de la empleada pública daba cuenta de la poca vocación de servicio que tenía.
Ella recibió mis documentos y me dijo que debía esperar, que se comunicarían conmigo.

Esperando la ansiada llamada que no recibí, tuve que hacer varios viajes hasta la capital, poco más de diez.

Todos los hice vía terrestre y completamente indocumentada, con el temor de que la Guardia Nacional me detuviese bien sea en el Puente sobre el Lago de Maracaibo o en cualquiera de los diversos puntos de control que hay a lo largo de las 12 horas de trayecto que hay en bus desde Maracaibo hasta Caracas.

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