Vladimiro Mujica: Salven la revolución

Vladimiro Mujica: Salven la revolución

A riesgo de parecer cínico en alguien, que como yo, ha mantenido ininterrumpidamente desde el nacimiento del proyecto chavista que el proceso que se ha vivido en estos últimos diecisiete años ha significado un retroceso importante para Venezuela y sus posibilidades como país de construir felicidad para su pueblo, creo indispensable reconocer, como ya lo ha expresado con mucha claridad Margarita López Maya, entre otros, que no habrá salida a la gravísima crisis nacional sin la participación de un sector del chavismo. Aceptada esta premisa, uno de los problemas centrales para construir una estrategia de reconciliación del país es que el sector que más se expresa del chavismo es el encabezado por la oligarquía que se encuentra en el poder y éste ha manifestado, por boca del propio Presidente de la República, su disposición a defender la revolución a toda costa, especialmente en la eventualidad de que la oposición gane las elecciones parlamentarias del próximo domingo.

La pregunta que probablemente se están haciendo los miles de compatriotas que siguen creyendo en el proyecto chavista, y que asisten asombrados a la caída del apoyo político al heredero del Comandante Chávez, es hasta que punto Maduro y su séquito pueden realmente defender a la revolución. Tal como están las cosas, es precisamente la oligarquía en el poder la que se ha convertido en el enemigo más importante de la revolución. No solamente por su profunda incapacidad para manejar los asuntos públicos, sino porque aparece cada día más comprometida en uno de los ejercicios de corrupción más escandalosos de los que se tenga noticia en la historia. De hecho, el entramado de negocios, tráfico de influencias, desviación de fondos públicos, enriquecimiento ilícito, etc, etc, de los cuales nos vamos enterando a cuentagotas y en los que aparecen implicados altos funcionarios, y sus familiares, del régimen chavista, no hace sino sumarse a la maraña de decisiones desacertadas sobre la economía que han elevado el rentismo populista a niveles estratosféricos y que han hecho del bachaqueo y la ruina del sector productivo dos de las manifestaciones más evidentes de la tragedia venezolana, junto con las colas, el desabastecimiento y la emigración de miles de compatriotas.

Todo parece indicar que la usurpación de la soberanía y la voluntad populares por una minoría atrevida y sin escrúpulos, va a recibir un durísimo golpe el próximo 6 de diciembre. Las predicciones van en la dirección de que la Asamblea Nacional se va a convertir en un escenario mucho más plural en el que será indispensable la negociación entre los actores dominantes de la polarización. Este escenario está por supuesto apartado del Apocalipsis pronosticado por el dúo de Maduro y Cabello y, en la práctica constituiría un revés muy importante para su dominación absoluta dentro de las filas chavistas . Hasta que punto las fuerzas más extremistas del chavismo serán capaces de imponerle su agenda violenta y de conflicto civil al país, está por verse. Yo me cuento entre quienes tienen un optimismo cauteloso, basado en nuestra propia historia, y que piensan que a la oligarquía chavista le será imposible desconocer o ignorar los resultados de la elección. Es decir, el escenario más probable es que a pesar de todos los riesgos vayamos hacia algún tipo de negociación. Este es el único escenario compatible con una solución democrática y constitucional al conflicto que mantiene atenazado al país desde hace más de una década.

El escenario de una negociación puede sonar como una fantasía oyendo hablar a Maduro. Pero el chavismo extremista está lejos de tener la fuerza que se requiere para imponer una salida de desconocimiento o de suspensión de las elecciones. Ello significa que probablemente terminemos en la inesperada situación de que los sectores moderados y con más vocación democrática del chavismo puedan finalmente expresarse y que, paradójicamente, recaiga sobre ellos la tarea de salvar lo que se pueda salvar de la revolución.

Si esto ocurre, el liderazgo de la resistencia democrática tendrá también que encontrar los canales para avanzar en la negociación. En este contexto, la pretensión a priori de que ganar la AN se pueda traducir en iniciar el proceso político para solicitar la renuncia de Maduro es, sin duda, una opción atractiva para muchos sectores del país, pero no, ni de lejos, la única. Por otro lado, es muy importante estar convencido de que la restauración como proceso de retorno al pasado pre-Chávez es una peligrosa fantasía y que en cualquier escenario imaginable el chavismo seguirá siendo una fuerza política de primera línea en el panorama político nacional.

Cuánto de sentido común, algunos dicen que el menos común de los sentidos, exista dentro del chavismo, o, se atrevería uno a pensar, cuánto del tan cacareado amor por el pueblo, está por verse. Lo cierto es que si se pretende desconocer la voluntad del amado pueblo y seguir hablando en su nombre sin tener en cuenta las desventuras que la pavorosa gestión del gobierno le ha acarreado puede aproximarnos vertiginosamente a un conflicto de consecuencias imposibles de asumir con tranquilidad. El otro camino, el de la reconciliación, significa ineludiblemente un conjunto de concesiones al otro país, al país azul, al que se le ha negado el pan y el agua durante más de diez años, pero que todavía insiste en resolver nuestro conflicto constitucional y pacíficamente. Lo que quede de chavismo democrático tiene la palabra. Salven su revolución. Todavía están a tiempo.

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