Norberto José Olivar: Poe, autor de la metamorfosis

Norberto José Olivar: Poe, autor de la metamorfosis

thumbnailnorbertojoseolivarPara @Libicni

El miércoles se cumplieron 166 años de la muerte de Edgar Allan Poe. Confieso que extrañé que nadie llamara a preguntar nada. Algunos suponen que debo ser un experto «opinador» sobre este asunto, pero la verdad es que lo he leído como cualquier otro lector, acaso lo único raro que pueda decir es que, en Los crímenes de la rue Morgue, el enigma de la trama siempre me ha parecido absurdo y rebuscado. Pero en fin, ese día, por la tarde, coincidió con un conversatorio-presentación, en la Universidad Rafael Urdaneta, en torno a la reedición de la novela El fantasma de la Caballero.

Caído en la cuenta del aniversario laico de la muerte de Poe, tuve la idea de que aquel encuentro no era nada casual. Lo cierto fue que nos pasamos la tarde hablando de asesinos en serie, fantasmas y vampiros en una sala bien refrigerada y elegante, pero aquellos relatos eran inverosímiles para la idiosincrasia de Maracaibo, decían algunos con cierto aturdimiento. No obstante, el auditorio, en general, parecía sorprendido de ese lado oscuro y maligno que flotaba sobre una playa de tanto fervor religioso y de algarabías gaiteras; sorpresa inexplicable, pienso, porque estos casos están debidamente registrados en periódicos y archivos públicos, disponibles para quien busque.





Como dije, la tarde iba pasando a buena temperatura y entre espantos. El inframundo lacustre sorprendió a muchos, pero los jóvenes parecían comprender, mejor que cualquiera, que ese lado oscuro no es una mirada opcional, sino necesaria. Entonces recordé que Poe dijo, en alguna parte, que: «La infancia conoce el corazón humano» y en otra: «el cambio es su naturaleza». Y quizás esto facilita que los menos viejos puedan mirar más allá del mero costumbrismo local o de la simple curiosidad pueblerina. De modo que, mientras a una buena parte del auditorio el encuentro le resultó un diálogo entretenido, los más jóvenes lo asumieron como una revelación que debían considerar en adelante. A uno de ellos le dije que el miedo era una forma de comprender el accionar y la percepción de las personas, y que la literatura nos brinda esta oportunidad. Enfocar, pues, nuestras turbaciones y creencias nos lleva por el camino de la libertad más absoluta, y eso nos hace difíciles de manipular. Y hasta se vuelve contrapeso de nuestra conducta cotidiana. Así que la literatura nos convierte en mejores ciudadanos y el horror endurece nuestro pensamiento y nos hace escurridizos para aquellos que pretenden embrutecernos.

El chico me escuchó con atención, casi obnubilado, mirándome todo el rato. Luego me estrechó la mano y se marchó reconcentrado en quién sabe qué cosa, envuelto en un silencio monástico. Caminaba como un monje embutido en su cogulla. Sin duda, había comenzado la metamorfosis: quizás, a la mañana siguiente, tras un sueño intranquilo, se despertó convertido en un monstruoso insecto. Y la revolución detesta a los insectos.

 

@EldoctorNo