A 18 días del cierre de la frontera, en La Invasión la vida continúa

A 18 días del cierre de la frontera, en La Invasión la vida continúa

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Doscientas cincuenta y tres viviendas solas encontraron durante el trabajo de campo.

¿Por qué me voy a ir, si soy venezolana y tengo mis derechos? Lo que estoy esperando es una  reubicación del Gobierno, reseña La Nación





I. Los que regresaron
Un joven se abre paso entre aquellas montañas de tierra, bloques picados y columnas desmanteladas. Es uno de los colombianos indocumentados que la madrugada del 22 de agosto huyó de la fuerza pública. Pero ha vuelto. De los escombros saca insumos con la idea de levantar un rancho donde vivir con su pareja. Su casa, asegura, fue demolida.

El joven de 25 años teme revelar su identidad. Apenas testifica que es vendedor de comida rápida en el centro de San Antonio, donde habita desde hace nueve años. Las pertenencias que recuperó las pasó por el río Táchira, tras pagar hasta 1.500 bolívares “a soldados de la Guardia”, según su relato. ¿Por qué regresó? “La economía en Colombia no me sirve. Allá no tengo trabajo y no me rinde la plata”, dice.La gente de San Antonio la sigue llamando “La Invasión”. Efectivos militares la entienden como una “zona de seguridad”. Autoridades civiles la califican de “zona de ocupación ilegal”. A 18 días del despliegue del Operativo de Liberación y Protección del Pueblo (OLP), sobre esas ocho hectáreas de terreno la vida continúa.

Este diálogo se da en “Mi Pequeña Barinas”, el sector de La Invasión más próximo a La Parada, en Norte de Santander. Al fondo del paisaje se divisan las riberas del separador natural de Venezuela con Colombia. El joven sabe que donde quiere reconstruir no puede: está dentro de la zona de seguridad, que son los primeros 500 metros de territorio nacional. “A mí no me da miedo estar aquí, yo no debo nada”, contesta.
No hay una fecha precisa de cómo surgió esta comunidad, entre los años 2003 y 2004. En uno de sus programas, Diosdado Cabello enseñó imágenes satelitales comparativas de esa área entre los años 2008, más despoblada, y 2014, ya minada de techos de zinc, pero también de teja, machimbre y placa. Con el tiempo, La Invasión dejaba de ser invasión.La zona de seguridad fronteriza es un área delimitada que comprende una franja de seguridad de fronteras, así como una extensión variable del territorio nacional, adyacente al límite político-territorial de la República, sujeta a regulación especial. Así lo define en su artículo 49 la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación (noviembre de 2014).

II. Los que se quedaron

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Habitantes mantienen banderas nacionales como un símbolo de la patria

Poste de electricidad, sistema de cloacas, drenajes y hasta servicio de televisión por cable. Eso tenía Margarita, nombre cambiado a petición de una mujer que ahora se convirtió en vecina de casas demolidas, también en la franja de la zona de seguridad fronteriza. Derribada su casa, se mudó al rancho de una hermana marcado con la “D” de demoler.

“¿Por qué me voy a ir, si soy venezolana y tengo mis derechos? Lo que estoy esperando es una reubicación del Gobierno. Como ve, no vivo en un palacio, pero uno está acostumbrado a vivir en Venezuela”, cuenta la mujer desde un cuadrado de paredes de zinc en el que caben una cocina, un televisor, una cama, ropa, sillas y una imagen del Corazón de Jesús.

“Esperaré hasta diciembre a ver qué pasa”, proyecta la nativa de Ureña, que antes del cierre indefinido de la frontera trabajaba en una fábrica de pasteles en Cúcuta.

En otro rancho de La Invasión está sentada Zulay (nombre ficticio a petición de la fuente). “Yo casi no salgo”, introduce, y antes de pronunciar la quinta palabra empieza a llorar. Las preguntas le remueven el pasado reciente. “Me siento mal. La verdad, conmigo los guardias no se portaron mal, pero me duele mucho lo que les hicieron a los hermanos de mi país. No actuaron correctamente”, comparte la habitante desde hace 10 años del sector Ezequiel Zamora.

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