Armando Martini Pietri: Año de cabra y de cabronanzas

Armando Martini Pietri: Año de cabra y de cabronanzas

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Claro que el año de la cabra de madera no comienza de inmediato, como todas las cosas chinas los signos anuales de su horóscopo se dan su tiempo, disfrutan la paciencia.

Pero desde más o menos febrero la cabra de madera no es que llega, sino que nos caerá encima, porque por muy cabra que sea es casi imposible que simplemente baje por sus propias habilidades caprinas hasta la profundidad del pozo en el que entre Comandante Supremo e Inolvidable de la Fantasía, y su heredero el Presidente obrero de la incapacidad nos han excavado.





Uno, que es considerado y tradicional –a diferencia de algunos dirigentes del Gobierno y de la oposición, cuya tradición es la sinvergüenzura canallesca- sigue repitiendo la frasecita en la cual ya nadie –ni siquiera Nicolás Maduro- cree, lo de “¡Feliz Año, hermano!”, pero es pura y simple buena educación, algo que no es como el mármol y las camionetas blindadas que cualquier billetera llena compra.

En nuestra historia hemos tenido años malos por excesos de represión de gobiernos tiránicos, o por dificultades económicas, o por tragedias naturales, o por gobiernos tan malos que todo lo que tocan lo equivocan. De hecho, hace un año terminamos uno de esos períodos, el 2013.

2014 fue el primer año en el cual todo eso nos pasó al mismo tiempo. La economía terminó de desmoronarse, la represión militar, policial y política de Maduro y sus ejecutores fue brutal, pasamos de sequías abrumadoras a aguaceros arrasadores; tan ampliamente malo fue 2014, que desearle a amigos y familiares un feliz 2015 es, como mínimo, necio y estúpido. Aunque sea de buena enseñanza.

Pero en 2015 vamos a tener una banderita que, si bien muy gastada sigue teniendo buena apariencia, la electoral. Andan bastante callados, hasta ahora, los que quieren que esas elecciones –que se espera cambien la relación de fuerzas en el poder legislativo- efectivamente se realicen; más silenciados aún están los que tienen la plena convicción de que no deben realizarse.

Unos y otros en el chavismo y en la oposición coinciden en no hablar mucho porque de verdad no saben ya qué decirle a la gente, todo lo que unos y otros llevan quince años diciendo –mas, en realidad, porque ambos grupos están pendejeando y farfullando necedades al menos desde los años aquellos de un Presidente que por su parte llevaba ya décadas sin tener nada importante que decir y entre otros silencios permitió que reventara una crisis bancaria que pudo evitarse, tras haber logrado, por hablar cuando no debía, que Chávez y sus militares violadores de la Constitución pasaran de malhechores y perjuros a sus juramentos, a héroes populares; bueno, todo eso ya está dicho, las promesas son limitadas en número.

La cuestión de las elecciones sigue igual que en los últimos doce años; es decir, el chavismo controlando los poderes públicos basados en la fuerza que les da una población indolente y resignada a esperar que le den, una clase media que perdió hace demasiado tiempo el coraje aquél que se tenía en el siglo XX en las primeras seis décadas y una clase empresarial desconcertada porque le quitaron, sin que hiciera nada para evitarlo, la costumbre de que el Estado complace y da ventajas y dinero.

Al chavismo hay que reconocerle que no es original ni buen trabajador, pero sí es obediente y dispuesto a hacer todos los esfuerzos que se le ordene que haga. A la oposición hay que reconocerle su capacidad insólita para no crear, inducir ni lograr cambios en 40 años, porque el último que cambió algo –y además lo hizo mal- fue Carlos Andrés Pérez allá por los años 70; la oposición ha agrupado partidos nuevos, pero son iguales o peores a los que dejaron perder la democracia, y también dependen de lo que le ordenen hacer los escasos dirigentes que realmente dirigen.

La única razón para convencer a la mayoría de la gente, especialmente a los más pobres y fregados, y a la clase media que es heroica en internet, twitter y facebook, de ir a votar en masa cuando el renovado poder electoral les diga que pueden hacerlo, es amargarles la vida a partir de 2015 a los jefes del chavismo. Sería un estupendo y maravilloso espectáculo ver al presidente obrero y al chavismo con un poder legislativo en contra, esa perspectiva va a animar a muchos.

El año de la cabra podrá servir para dar más topetazos pero para poco más, porque un Gobierno de incompetentes e ignorantes ni sabe ni sabrá qué hacer sin dinero, y sus adversarios amontonados en la MUD no han logrado inventar hasta ahora nada que haga pensar que van a ser muy diferentes. De manera que el mejor consejo a los venezolanos de a pie es armarse de resignación y aguantar el desastre del cual ellos también son responsables, e ir a votar para cambiarle la Asamblea Nacional a quienes han mandado tan mal que han establecido récords mundiales de torpeza e ineptitud.

Y cambiársela no sólo a los chavistas, sino también a los jefes de la MUD, que también tienen sus cuotas de incompetencia e impericia, para lo cual lo primero que tienen que hacer es no aceptar que los candidatos de esos partidos sean escogidos por el viejo y tramposo consenso, sino por primarias. Así al menos sabremos quiénes son los políticos que de verdad tienen alguna fuerza.

Es el mejor deseo para este año caprino que se nos viene encima.