Le arrancan la cabeza y lo pican en pedazos

Le arrancan la cabeza y lo pican en pedazos

La Policía recoge los restos del muchacho dentro de la cañada. (Foto: Jhair Torres)
La Policía recoge los restos del muchacho dentro de la cañada. (Foto: Jhair Torres)

 

Acostada sobre el asiento de copiloto, Marta Pérez temblaba. Tenía los ojos cerrados y los labios blancuzcos. Su hija mayor le sostenía la mano derecha y le echaba fresco con un pedazo de cartón. La mujer de tez morena clara minutos antes vio sin cabeza y echo pedazos a su hijo Ángel David Ibáñez Pérez, de 23 años, publica La Verdad

El muchacho bebía cervezas y ron con sus vecinos el pasado 17 de noviembre en el sector 23 de Febrero de Integración Comunal. Lo vieron por última vez esa noche, luego de haberse bañado y cambiado de ropa. Ángel no dijo a su familia a dónde iría. “Desde entonces no lo vimos más. Nos pareció extraño que no llegara el 18 ni el día después. Lo buscamos en casa de familiares, en hospitales y hasta en la morgue”, contó la señora, a quien se le veía la cara solo cuando las luces azules y rojas de las patrullas alumbraban la callejuela de la invasión sin nombre, ubicada detrás de la sede del Metro de Maracaibo, en la Circunvalación 3.





Ni los vecinos, los amigos ni los parientes sabían del paradero del chico, quien acostumbraba a irse de fiesta y tomar licor todos los días, si le era posible. Un mensaje de texto alarmó el pasado domingo a los Ibáñez Pérez: “Si queréis saber dónde está tu hijo, andá con pico y pala pa’ la cañada”. “Entonces ayer -el pasado lunes- lo buscamos, pero no lo hallamos, sino hasta hoy -ayer, a las 5.00 de la tarde-. Lo tirotearon, le arrancaron la cabeza y lo picaron en pedacitos. Lo masacraron”.

El olor a carne podrida los guió. Primero encontraron la cabeza ensangrentada debajo de unas bolsas de basura y, entre la maleza del canto de la cañada, estaba el cuerpo aventado, necrotizado, lleno de gusanos. Marta se desvaneció. Sus hijos y hermanos la arrastraron hasta la superficie y la sentaron en la camioneta.

Los inspectores de la Policía científica espantaron a las veintenas de averiguadores y bajaron a recoger los restos de Ángel. En bolsas negras metieron el cuerpo y la cabeza para engavetarlos en la furgoneta.

“El único vicio que él tenía era la bebida. No sé por qué me lo mataron así”, fue lo último que comentó Marta antes de que arrancaran las patrullas y su esposo se montara en la camioneta. Debían ir a la sede de la Policía científica a declarar, a denunciar.

 

“Por aquí se enconchan muchos malandros de Integración Comunal, del barrio El Museo y del 19 de Abril. Y además venden droga y matan gente. La Policía solo entra cuando hay un muerto”.

Residente de la invasión sin nombre, detrás del Metro.

 

15 días tenía desaparecido Ángel David Ibáñez Pérez