Juan Guerrero: Esa izquierda erótica

Juan Guerrero: Esa izquierda erótica

thumbnailjuanguerreroEn la universidad donde trabajé como docente investigador por más de 23 años, estuve rodeado por docentes, a quienes les decían “picos de plata”. En las asambleas de profesores se dedicaban a realizar profundas reflexiones sobre la historia, las fuerzas progresistas y el inevitable asalto del poder.

La llamada izquierda venezolana se formó en las universidades republicanas, democráticas, autónomas y populares. Por eso, su pensamiento básico es pequeñoburgués.

Por años, diría que todavía, medró alrededor del Estado, e incluso se dio a la tarea de inventar su propia república, la célebre “República del Este”.





Por años la ración de buenos licores, añejos rones, güisquis 18 años y finos vinos, los cancelaban desde el antiguo Inciba, y después los nuevos institutos culturales.

La izquierda venezolana pensaba a partir de las buenas mesadas recibidas como becas a sus selectos miembros, quienes, convertidos en intelectuales, artistas y académicos, se distribuían las invitaciones que llegaban del exterior.

Unos iban a Europa, otros al cono sur, otros más a la Unión Soviética y los más osados llegaban a la China de Mao. Hubo uno que osó ir a Corea del Norte y terminó en una mazmorra.

Esa izquierda de fines de los años ‘60, ‘70 y ‘80s. es la misma izquierda heredada por quienes están al frente de un régimen que de tanta incapacidad se está desboronando. Sus teóricos reflexionaban sobre la sociedad sin clases, en las barras del llamado “triángulo de las Bermudas”. Ese espacio entre tres famosos bares de la otrora emblemática Sabana Grande donde se iba a libar, a tertuliar y también a enamorar a las bellas caraqueñas.

En su libro, Diario, el ensayista uruguayo Ángel Rama los dibuja maravillosamente. Una manada de beodos que mal leyeron a los clásicos y que no saben interpretar a los teóricos de la cultura latinoamericana. Becados eternamente por un Estado que los desprecia y los usa mientras ellos se dejan utilizar. No trabajan, andan constantemente envidiando y creando cizaña para obtener beneficios del gobierno de turno.

En Brasil les denominan la izquierda caviar mientras en Venezuela, por estos tiempos, les cambiaron de nombre. Ahora les dicen la izquierda Disney. Eso porque ansían pasar vacaciones en Miami, donde aprovechan para visitar a antiguas amistades y llevar a sus nietos a Disney.

Muchas fueron las delaciones que entre trago y trago se escucharon en esos salones caraqueños, mientras se ganaban indulgencias a costa de la muerte de verdaderos camaradas, que ofrendaron sus vidas por una mejor sociedad.

Y es que esa es una de las características de ciertos intelectuales, artistas y académicos venezolanos. La ambigüedad en la práctica de la ciudadanía. Prefieren ser sumisos, colaboracionistas, comisarios culturales y delatores (sapos) antes que perder sus prebendas políticas y económicas. Su pantallerismo y ansías de protagonismo son más importantes que sus principios y ética ciudadanas.

Por eso, ahora cuando es público y notorio la realidad política venezolana. Ahora, en este preciso instante cuando vemos por los escasos medios audiovisuales y las redes sociales cómo asesinan estudiantes, reprimen a la población, asaltan y saquean hogares, torturan, encarcelan y desaparecen a venezolanos. Esos tristemente célebres representantes de la izquierda, que se hacen llamar intelectuales, artistas y académicos, no dicen absolutamente nada. Guardan un silencio que los hace cómplices de estas atrocidades que adelanta un régimen claramente fascista.

A dónde irán cuando pase esta pesadilla. A dónde se refugiarán. Qué van a argumentar cuando sus hijos, sus nietos les miren a los ojos y pregunten en qué momento alzaron su voz o firmaron algún documento condenando a este régimen canallesco y primitivo.

camilodeasis@hotmail.com / @camilodeasis