Cineasta que ayudó a Snowden lleva años sufriendo la vigilancia de EEUU, según New York Times

Cineasta que ayudó a Snowden lleva años sufriendo la vigilancia de EEUU, según New York Times

La realizadora estadounidense de documentales Laura Poitras, que grabó en vídeo las revelaciones del extécnico de la CIA Edward Snowden, lleva años sufriendo la vigilancia de las autoridades de su país, informa hoy el diario New York Times.

Poitras, en un largo artículo divulgado hoy en internet y que será publicado el domingo en la revista semanal del diario, explica que tras un documental sobre la invasión y ocupación de Irak que realizó en 2003, “Flag Wars”, ha sido detenida e interrogada en más de 40 ocasiones en aeropuertos de EE.UU. o de otros países a petición de autoridades estadounidenses.





Además, como los interrogatorios en aeropuertos de EE.UU. tenían lugar en zonas de tránsito internacional de los aeropuertos, donde según las autoridades no son válidos los derechos constitucionales, Poitras no podía solicitar un abogado.

En el aeropuerto de Viena, un funcionario le dijo que había sido retenida porque estaba en una lista estadounidense de personas que debían ser sometidas a vigilancia especial.

Las retenciones e interrogatorios concluyeron cuando el periodista Glenn Greenwald, quien posteriormente escribió las alegaciones de Snowden en el diario británico “The Guardian”, publicó un artículo sobre su situación en la revista electrónica “Salon”, en abril de 2012.

“Es como en Kafka. Nadie te dice de qué se te acusa”, explica la documentalista, de 49 años, durante una serie de conversaciones con el Times que ella y Greenwald tuvieron en Río de Janeiro (Brasil) durante varios días.

A partir de su experiencia y después de que en una ocasión le llegaran a requisar sus ordenadores y teléfonos móviles durante semanas, Poitras comenzó a elaborar en 2011 un documental sobre la vigilancia electrónica de las autoridades estadounidenses sobre sus ciudadanos, y explica que desde entonces aumentó su nivel de alerta para reducir el riesgo de ser espiada.

Redujo el uso del teléfono móvil, ya que los terminales delatan su localización; empezó a usar programas informáticos que ocultan las páginas web visitadas y dejó de mantener conversaciones delicadas por teléfono.

Después de que Snowden contactara con ella en 2013, además de encriptar los correos electrónicos delicados comenzó a usar diferentes computadoras para editar películas, comunicarse y leer documentos comprometedores (el que usa para esta última tarea nunca ha estado conectado a internet).

Snowden leyó el artículo de Greenwald y supo del documental que preparaba Poitras, por lo que contactó primero con el periodista, quien le sugirió también hablar con la cineasta.

Las comunicaciones se realizaron por correo electrónico encriptado.

En unas declaraciones al Times -también divulgadas hoy y también realizadas a través de correo encriptado- Snowden señala que eligió a Greenwald y Poitras porque figuran entre “los pocos que informan sin miedo” sobre asuntos controvertidos, mientras que los principales medios de comunicación de EE.UU. “abdicaron de su papel de contrapeso del poder” tras los atentados terroristas del 11S.

Poitras explica que desconfió al principio de las comunicaciones de Snowden, que eran anónimas, pero al final decidió confiar en él porque, tras varios meses de intercambios, no había intentado extraerle información sino que solamente les había enviado algunos de los documentos que tenía en su poder. Además, pensó: “Si esto es cierto, mi vida acaba de cambiar”.

En mayo, Snowden les pidió que viajaran a Hong Kong, donde tuvieron una primera cita con un ritual muy similar a los encuentros entre espías, y la primera sorpresa que Poitras y Greenwald se llevaron fue “lo joven que era” (29 años).

Tras una conversación de varias horas donde la desconfianza recíproca se fue disipando, acordaron que el extécnico de la CIA hablara ante la cámara, algo que hicieron en la habitación de hotel de Snowden con los teléfonos móviles sin baterías y con una pila de almohadas en la puerta para que las voces no pudieran oirse desde fuera.

“Todos sabíamos que no habría marcha atrás una vez que ella encendió la cámara, y el resultado final sería decidido por el mundo”, concluye. EFE